16.6.09

Un analisis viejito

Para volver un poco al primer año de facultad... cuanto daria!!!

El discurso de la estabilidad
El modelo económico que estrenó Kirchner después de recibir la banda presidencial de las manos del accidentado período duhaldista se basa en un capitalismo nacionalista. Regido por normas conservaduristas y de reestructuración. Se plantea una democracia con un presidente que procura acaparar todos los aspectos. Un arma de doble filo que bien puede conducir al éxito peronista o al fracaso radical.
La estabilidad en el mercado externo es uno de los pilares de este nuevo período. Se busca mantener el dólar en un nivel alto para que las mercancías nacionales fluyan más allá de las fronteras. Un dólar acorde con la economía real del país y no sustentado con prestamos de organismos internacionales, quienes dominaron la escena menemista y luego la aliancista. Sin embargo, no pasa por alto a los consumidores internos que necesitan de políticas proteccionistas. El enfrentamiento con los sectores vacunos y algunos entredichos con productores agrícolas llevaron a la implementación de dichas normas.
Los organismos internacionales de crédito han jugado -y aún juegan- un rol importante en las políticas económicas. Un rasgo característico de la época duhaldista. Quizás pueda decirse que el actual dirigente peronista le encontró la solución: el pago del empréstito -más los intereses acumulados- al Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero la historia no es así de sencilla. Ese pago representa solo un porcentaje del monto que se conoce popularmente como "deuda externa". Lo que ha logrado Kirchner es frenar la presión política que significaba Estados Unidos a través del Fondo. Una institución que coartaba sus decisiones e imponía duras reformas. Sin embargo, aún esperan su reembolso países como España y Francia.
Esto no puede tratarse como un hecho aislado, ni mucho menos descoordinado. Lula Da Silva del otro lado de las cataratas hizo lo suyo. Saldó la misma deuda, que en cantidad era la mayor del mundo pero que no era de gran preocupación para la institución norteamericana (hay que tener en cuenta que Brasil es una de las diez economías más importantes del mundo). Esta no fue la única decisión que se tomó en conjunto con el país carioca. Ambos presidentes han tenido una comunicación muy fluida para consolidar la economía regional y resistir el imperialismo estadounidense. No están solos en esto. Tanto Uruguay como Paraguay y, últimamente, Venezuela mostraron simpatía por el bloque y se sumaron activamente. Es una de las políticas a largo plazo que más resuenan en el continente. Una situación que puede ser comparada a la que vivían poco tiempo atrás los países que hoy conforman la Unión Europea. Una meta que podrá alcanzarse si se logran resistir la presión Norteamericana para la conformación de su utópico proyecto de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
El presidente hizo de lo suyo en el territorio nacional. Recibió un país que emergía de una crisis con resonancia mundial (no por influencia, sino por magnitud). Recién ahora parece estar retomando el rumbo. Preocupa la inflación, el porcentaje de pobres e indigentes y el precio de la canasta básica familiar.
Con respecto a lo primero las políticas son claras. Muchos supermercados tomaron una postura pro-gobierno y llevan a cabo acuerdos de regulación de precios y salarios. El dólar parece querer regular el sistema. El miedo social, el terror a volver a sufrir un período de hiper-inflación vuelve la situación más delicada.
El dato de la pobreza no es menor. Menos lo es el de la indigencia. Kirchner trabaja en esto con la ayuda de la ministra Micelli (economía) y del Ministerio de Acción social entre otros colaboradores. Esto demuestra la importancia y lo abarcativo del problema. Aún no se han conseguido grandes avances, debido a que el país tiene una economía que aún no se recupera del incencio que significó 2001.
El Índice de Desarrollo Humano realizado por una comisión de Naciones Unidas coloca a la Argentina en el puesto 37, es decir, que lo coloca como el país sudamericano en donde mejor se vive (teniendo muy cerca a Chile y lejos a Bolivia, que se mantiene fuera de los cien primeros). A pesar de esto la gente aún sale a las calles con sus cacerolas o con pecheras amarillas a cortar el tránsito de las calles y rutas. El gobierno aún se encuentra insatisfecho. Las medidas parecen encontrar un techo que no pueden superar. Lo que se logra en algunos meses se satura y obliga a retroceder sobre sí mismo. De esta forma ha pasado con los precios de la canasta básica, con el valor del dolar y con el porcentaje de inflación y obviamente con los sectores exportadores.
Se suma a esta problemática la actitud altanera del presidente. Pretende llevarse a todos por delante y tener todo bajo su supervisión. Plantea una democracia con gran dependencia en el presidente, que, como se dijo en el comienzo, puede derivar en algo análogo al éxito peronista, que tampoco fue la perfección total, o en el fracaso radical, que se comenzó con Alfonsín y terminó con De La Rúa quien pretendió ser le gran observador de las acciones gubernamentales y terminó en su casa viendo cómo otro terminaba lo que el nunca hubiese podido hacer.
Una situación oscura en la que muchos se ven agraciados por el avance y otros aún pelean por el pan de cada día. Un período donde aún siguen cicatrizando heridas pasadas y en donde poco se piensa en el futuro y menos en un futuro sin Kirchner. Sería adecuado a este punto parafrasear al periodista y escritor José Ignacio García Hamilton, quien dijo: "Estamos tomando el té en la cubierta del Titanic".

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