
¿Alguna vez has visto los ojos de un bebé? Siempre sorprendido del mundo que lo rodea, en un permanente descubrimiento. No importa que el papá le dé mil veces las llaves del auto, para él siempre serán un juguete a estrenar; los peluches siempre tienen distintas formas; nunca podría cansarse de las nanas o los cuentos nocturnos, no importa que los padres hayan agotado su imaginación y solo canten el arrorró y le cuentes caperucita… para el niño siempre será una novedad y se sobresaltará cada vez que aparece el lobo.
Pero más llama la atención cómo poco a poco esa inocencia y permanente sorpresa desaparece de sus ojos. El mundo empieza a ser un algo conocido, donde las leyes de causa/efecto y la gravedad limitan la vida. Ya no parece ni tan divertido ni tan sorprendente. El lobo y la caperucita pasan a ser dos boludos en pelea de una posesión estúpida, el arrorró un lírico que los padres desentonan sin más. Ni hablar de las llaves, los peluches y sonajeros.
Los ojos sorprendidos pierden su brillo, eligen un color mate… ¿Qué pasó?: Conoció. El conocimiento del mundo ya no deja que el joven se sorprenda. Pero aún queda mucho más, queda todo ese mundo de sueños y metas astronómicas. La globalización, la modernidad y la tecnología parecen decir que todo es posible. Tanto tiempo por delante y tantas cosas por aprehender. Todos los caminos, relaciones, profesiones, vocaciones y gustos parecen posibles y compatibles.
Compatibilidad que el tic-tac del reloj y el aumento de candelas en la torta van desmitificando. Van pasando los años y mamá/papá tenía razón. ¿Hay que elegir? Se tiende a pensar que aún no es el momento, aunque uno se resigna a que el día llegará, llegará en un futuro, futuro que nunca será presente. Cobardía, ansiedad reprimida, miedo, responsabilidad… o simplemente la oculta esperanza de que no hay que elegir.
Se es suficientemente joven como para recordar esas sensaciones de omnipotencia infanto-juvenil y suficientemente joven como para entender las posturas adultas de un futuro económico sustentable. Es el único punto de la vida en el que la mente puede albergar las dos perspectivas. Es cuestión de pensar cómo se encara la vida: si colgase de un sueño o siendo consciente y haciendo un balance de pros y contras antes de comenzar cada proyecto; si pensando en el corto plazo del impulso vocacional o en el largo plazo de no cometer errores. Habrá que anali
zar cuál es el combustible de la vida: si la esperanza infantil o la sabiduría anciana.Sí, se es consciente de que con todo no se puede, mmmm… NO, en verdad no se es consciente, porque vamos… ¿No es mejor intentar alargar la vida del brillo infantil? Porque: ¿No es que la vida está hecha de jóvenes esperanzas y adulta sabiduría? A cada uno lo que le corresponda, la vida es el ahora y el aprendizaje la historia, habrá que dejar aletargar los mensajes paternos para que la vida misma los compruebe. En el fondo se sabe que todo tiene un límite… un límite poco importante siempre y cuando se mantenga suficientemente lejano.
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